DIEGO, EL CIGALA, un cantaor chapado a la antigua

El cantante español estuvo en un ciclo de jazz en Cancún, donde habló con Dos Puntos y adelantó sus proyectos.

Conferencia de prensa. Son las dos de la tarde y ni siquiera en el lobby del hotel afloja el calor que ahoga. Me apresuro a entrar al salón Yucatán; llevo en mis manos una agenda y una pequeña bolsa con flores y pienso: “Debería haber elegido algo más masculino”. El cantaor nacido en Madrid, que bien podría ser un personaje de Piratas del Caribe, entra al salón parsimoniosamente y con lentes oscuros.

-Diego, soy de Tucumán y te traje un regalo.

-Tucumán, ¡qué lindo!, dice con una gran sonrisa que mantendrá durante toda la charla.

Da la impresión que se acaba de levantar de una larga siesta y lo asume: “Me gusta dormir, porque si no, no puedo dar el 100 en el escenario”.

Comienza el ping pong de preguntas y respuestas. En 10 frases El Cigala devela todo lo que queremos saber, por el momento. Luego vendrán las fotos y, cuando por fin abre la pequeña bolsa con flores, se emociona de recibir un mate de Argentina, un país que dice amar con locura, de manos de tucumanos y en el Caribe Mexicano. Posa con él, simula beberlo y agradece una y otra vez, porque afirma, aprendió a disfrutar de esa infusión sudamericana en sus frecuentes visitas al cono sur. Cuando pedimos una foto con la revista (Dos Puntos) se vuelve a emocionar de encontrar a un amigo en la portada: Pancho Céspedes, a quien grabó una hermosa versión de su canción Vida Loca y ordena a su asistente: “Me tienes que contactar con este hombre.

Las redes de un encuentro…

La historia de este encuentro empezó semana antes al concierto, cuando en las redes sociales del Hotel Oasis Cancún fue publicada la cartelera para el Jazz Fest 2015 y anunciaron como broche de oro la presentación de Diego El Cigala. Mensajes por varias vías alcanzaron para lograr la exclusiva a través de Cigala Music: ¿Podrías acercarte a la prueba de sonido?, fue la frase que  disparó la esperanza de un encuentro soñado con el español, un encuentro que finalmente se da en el hotel donde el cantante ofrece su tiempo y la simpatía de un gitano.

Durante el devenir de preguntas, uno de los cantaores más famosos del planeta se oculta tras sus lentes oscuros que solo dejará al final para la sesión de fotos y habla en un tono parsimonioso que se contradice con el movimiento de sus manos.

¿Qué tienen las lunas tucumanas? Mucha belleza, mucho misterio, yo nunca había estado en el valle de Tucumán y me la pase de la puta madre, en ese bar de Mercedes, y sobre todo, con la gente, la gente muy espontanea. Las lunas tucumanas me dejaron huellas.

Dice que se enamoró del repertorio de Mercedes Sosa por sus mensajes y por su música, desde Balderrama hasta Déjame que me vaya, Las Simples Cosas…”todo me gusta todo”, confirma.

-¿Cómo define a México, el país que su gran amigo paco de Lucia eligió para vivir?

-Para mí México es la llave de mi triunfo, cuando a mí me conoció México comenzó a conocerme Latinoamérica. Entonces, le doy muchas gracias al pueblo mexicano, ellos fueron los  que difundieron Lágrimas Negras en todas partes de Latinoamérica. Sin la puerta de México no se conquista Latinoamérica. Estoy súper agradecido.

El Show de Cigala en Cancún

Hotel Oasis. Concierto. El show comenzó con una mezcla de latin jazz, ritmos tradicionales de México y América Latina que trajo como propuesta el mexicano Héctor Infanzón, quien estuvo acompañado de Enrique Nativitas en la batería, Luis Gómez en las percusiones y Adrián Infanzón en el bajo. Presentó “Citadino”, una propuesta que recoge los sonidos, imágenes, recuerdos y hasta olores del Centro Histórico de la ciudad de México.

La mayor ovación se la llevó la pieza de cierre de su presentación: Hematofonía para cuatro instrumentos, en la que los músicos crearon ritmos, juntos y separados, primero con las palmas y luego con sonoros golpes en sus cuerpos, performance que cautivó al público.

Al fin llegó el turno del Cigala. Abordó el escenario sin parafernalia y el público lo recibe emocionadísimo. El salón Arena recreaba el ambiente de un bohemio bar de jazz elegante y a media luz, con un público que se mantuvo en silencio hasta que, por tercera vez, el artista se paró para quejarse del sonido. “No seas mamón!, le gritaron desde un costado.

“Soy una persona que se exige mucho, muchísimo, creo que me paso, ya soy paranoico al momento de cantar”, decía horas antes en entrevista en la que revela sus fobias: “Tengo miedo de no poder estar como yo quiero, al 100”. Sobre las cábalas se admira: “Noo qué va!, solo darle muchas gracias a Dios bendito y pedirle que me ayude,  no soy supersticioso, para cantar lo único que tengo que hacer es dormir mucho”.

-¿Qué lee, qué le gusta del cine, qué escucha Diego el Cigala?

-Tengo poco tiempo para leer, me gustan los documentales y la historia. De música a mí me gusta mucho María Callas, Mozart, Beethoven, Carusso… cosas así, esa música te engrandece el alma y el oído. Lo último que he visto ha sido ‘Paco de Lucía: la búsqueda’ y me he quedado hecho polvo, no he visto mejor documental en mucho tiempo.

El Cigala mueve sus manos que por momentos tintinean por el choque de sus anillos y se ríe a carcajadas cuando le preguntan sobre sus virtudes y defectos. Dice tener muchas virtudes y que su mayor defecto es haber salido cantaor. Detalla que para 2016 estrenará dos trabajos: uno de piano y voz, con los máximos exponentes del mundo del bolero; y otro disco de salsa.

“Lo que estoy haciendo es un trabajo bastante laborioso que es cantar a los grandes de la salsa: Celia cruz, Tito Puente, Héctor Lavoe, Bebo Valdés, Cheo Feliciano, Johnny Pacheco. Estamos en el repertorio, tengo ya la mitad del disco. Y creo que va a ser genial, por lo menos para mí, porque me he divertido mucho haciéndolo. Claro que es un trabajo sobre cómo Cigala ve la salsa, no podría cantar como uno de estos grandes, porque para eso están ellos.

“Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas…”, escribió el argentino Armando Tejada Gómez en la década del 70  y con esa Canción de las Simples Cosas abre el show en el que canta casi de todo, no importa el género, porque para él la música se abre toda, se pone a sus pies. El show continuó con Naranjo en Flor, Historia de un Amor, El día que me Quieras, para un público conocedor que coreó los tangos como si fueran rancheras o boleros.

Canta Vida loca y esa canción es el preámbulo de la mayor sorpresa de la noche: sube al escenario Francisco Céspedes y el público enloquece. En cada mesa destellan los celulares que graban el momento de un dúo improvisado que interpretará Lágrimas Negras, logrando que ese momento se convierta en el punto más alto y emotivo de la noche.

Ramón Jiménez Salazar (nombre que figura en el acta de nacimiento de El Cigala) escoge su repertorio de manera muy particular: quiere que la música lo golpee, lo emocione, lo haga llorar. Si una canción logra eso, él la canta. Sin embargo, es tajante cuando habla de música actual: “Corren tiempos muy raros, la mayoría de las veces no la entiendo (a la música de moda), será porque yo soy más antiguo, yo prefiero lo antiguo que a mí, en realidad, es lo que me ‘pone’. Hoy en día para encontrar una letra agradable que te haga emocionar es difícil, pero ¡vamos!, que lo respeto, pero yo estoy más chapado a la antigua”.

Sueños que quedan

Según sus palabras durante la conferencia, todavía le queda mucho por hacer a este flamenco que se naturalizó dominicano en marzo de 2014. Uno de sus sueños es cantar con Chick Corea: “Me encanta Chick, otro de los “bicharracos” que ha conocido el mundo del flamenco, por eso, Paco de Lucia lo respetaba tanto”, recuerda.

La mesa de bocadillos atrae la atención de los reporteros que esperan la oportunidad de hacerle un par de preguntas, mientras, yo acecho tras la puerta apretando una ridícula bolsa floreada en mis manos con un amuleto que, quizás, me permita conectarme con él de una forma diferente. Por fin los mensajes y la espera quedan atrás. Entra Diego el Cigala y es más alto de lo que pensé; me interpongo en su camino para decirle que soy de la tierra de Mercedes Sosa y consigo, quizás, llevarlo a algún recuerdo de esas “lunas tucumanas”, porque de pronto comenzó a sonreír.

 Texto: Silvina Brizuela / Fotos: Víctor Ruiz